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Clase 4 - La verdad encubridora- a cargo de Augusto Pfeifer


Reseñado por Natalia Senestrari

El pasado viernes 6 de mayo de 2022, Augusto Pfeifer presentó su clase "La verdad encubridora". Su propuesta fue hacer un recorrido sobre la cuestión de la verdad a través de determinados textos que irá desplegando a lo largo de la misma. Tomando como eje el apartado 4 del Seminario 17: “Verdad, hermana de goce”, realizará una lectura intertextual con otras obras de Lacan, de Freud y Germán García, entre otros.

Planteará que la cuestión de la verdad es algo que en Lacan aparecerá muchísimo en su obra, en un primer momento ubicándolo en relación La verdad, pero luego introducirá una serie de matices, hablará de efectos de verdad. En realidad, la verdad es un tema que recorre todas las disciplinas, como la filosofía, los mitos, la religión, la ciencia.

Comenzando por Seminarios previos de Lacan, como el Seminario 16,, allí señalará como para éste, el pensar el tema la verdad en el dispositivo analítico se convierte en un dilema ético también. Ya planteaba Lacan que la verdad tiene estructura de ficción, lo cual no quiere decir ilusorio o engañoso.

Articulará esto con un texto de Germán García: "Dilema" (1986). Allí García escribe: “La estructura de ficción de la verdad puesta de relieve por Jacques Lacan es argumentada en diversos textos y en diversos momentos de las elaboraciones de la doctrina, hasta llegar a ese punto en que las construcciones se justifican por la falta definitiva de algo en la historización del sujeto por su palabra”. Augusto Pfeifer resalta ahí la cuestión de la falta definitiva y, como efecto de eso, cómo aparecen las construcciones en análisis en su lugar.

Retomará algunas referencias de las clases previas del Seminario. En el apartado 3 del Seminario 17 aparece como novedad la cuestión del saber como medio de goce. De allí, cita de Lacan: “A partir de aquí comienza el trabajo, con el saber, en tanto medio de goce, se produce el trabajo que tiene un sentido, un sentido oscuro. Ese sentido oscuro es el de la verdad”. La cuestión de la oscuridad lleva al enseñante a un epígrafe con el que inicia Freud su texto "Psicopatología de la vida cotidiana" (1905,) epígrafe que éste a su vez toma de la obra Fausto, de Goethe. Pfeifer rescata de allí el término lobreguez (oscuridad) en relación al sentido oscuro de la verdad que vemos en Lacan, Freud y Goethe.

Otra referencia que traerá será la del "Prefacio de la edición inglesa del Seminario 11" (1976). Allí aparece el sintagma de verdad mentirosa: “No hay verdad que al pasar por la tensión, no mienta, lo que no impida que corra detrás”. Podemos interpretar de esto que, en las emergencias de la verdad, en las formaciones del inconsciente, en los fallidos, los lapsus, si uno intenta dar cuenta de esa verdad que aparece, falla. Muchas veces, cuando un analizante tiene un fallido en sesión, lo que inmediatamente aparece es la rectificación del yo, que pretende anular esa emergencia. Lacan hablará de la verdad como espejismo, del que solo cabe esperar la mentira. Y agrega que esa mentira, cortésmente, la solemos llamar “resistencia”. Esta ironía anularía la creencia de que si se va más allá de la resistencia se encontraría una verdad. Luego dirá Lacan sobre el pase “lo dejé a disposición de los que se arriesgan a testimoniar lo mejor posible sobre la verdad mentirosa.”.

Del texto de Freud "Los recuerdos encubridores" (1899) Pfeifer señalará que la palabra en alemán Deck, que es traducida al español como encubridor, también tiene otros sentidos: techo, plataforma, puente. Freud hará una analogía entre la construcción de los recuerdos y la constitución del síntoma histérico: si el síntoma se sostiene en lugar de otra cosa, el trabajo analítico tendría como función encontrar esa verdad rechazada, que se encuentra encubierta. El enseñante dice que allí puede leerse que hay una idea respecto del trauma como un hecho objetivo, desencadenante de la neurosis, cuestionando esa aspiración de que en un análisis, con el saber, se podría alcanzar una verdad en términos de una vivencia o los efectos de ella: “la verdadera causa del sufrimiento”.

Cita del Seminario 1 de Lacan (1953) “La palabra es la que instaura la mentira en la realidad, precisamente porque introduce lo que no es, puede introducir lo que es. Sólo con la dimensión de la palabra se cava el surco de la verdad en lo real. Antes de la palabra no hay verdadero ni falso, con ella se introduce la verdad y también la mentira y muchos otros registros más. El acto mismo de la palabra, que funda la dimensión de la verdad, queda siempre por esto mismo, detrás, más allá. La palabra es por esencia ambigua.”

Otra referencia de Lacan que tomará Pfeifer será la del texto "Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis". Allí el autor escribe: “El inconsciente es ese capítulo de mi historia que está marcado por un blanco o un vacío ocupado por un embuste. Es el capítulo censurado. No se trata en la anamnesia psicoanalítica de la realidad, sino de la verdad, porque es el efecto de una palabra plena reordenar las contingencias”. Palabra plena entendida aquí como palabra que hace acto, que no hay vuelta atrás.

En relación a la verdad, Germán García, en su libro Fundamentos de la clínica psicoanalítica, toma del libro de Deleuze, La lógica del sentido, el esquema de lógica clásica: Designación (Verdadero o Falso) allí hay una adecuación a la cosa, Manifestación (Verdad = Mentira,) por ejemplo, “tengo un millón de pesos”, porque soy un mitómano y me encanta pasar por rico. Ahí en esa mentira se revela la verdad del deseo: Lacan dice que la palabra manifiesta puede ser tanto más verdaderamente una palabra cuanto menos fundada está su verdad en lo que llaman la adecuación a la cosa, que cuando se miente la realidad, se dice la realidad el deseo. Pfeifer plantea que sería un vector para pensar, ver la relación del sujeto con sus fantasías, más allá de toda descripción exacta que se pueda hacer al respecto. La palabra cuanto más se pega a su referente menos verdadera es, no dice nada del sujeto. El acto analítico no se trata de hacer solo una categorización de dichos sino que el analista puede ahí sancionar o despertar una metáfora en esa metonimia. Siguiendo a Germán García “Es importante saber que cuando un sujeto miente, hay otro que está interesado en su mentira. Eso quiere decir que el síntoma se origina en el lugar del Otro, nadie miente porque sí. Es importante saber a quién se dirige esa mentira, cuando lo sabemos, sabemos una verdad más: para qué Otro se ha inventado.”.

Volviendo al apartado 3 del Seminario 17, cita: “No puede hacerse ninguna referencia a la verdad sin indicar que únicamente es accesible a un medio decir, que no puede decirse por completo, porque más allá de esta mitad, no hay nada que decir. Por muy placentero que resulte para algunos no se puede hablar de lo indecible.” Aquí aparece claramente que hay un límite a eso que no puede ser representado por el saber y que más allá de que pueda ser placentero hablar de cualquier cosa, hay un límite, hay algo que es indecible. “El amor de la verdad es el amor de esa debilidad a la que le hemos levantado el velo, es el amor de lo que la verdad esconde y que se llama castración. Lo que se espera de un psicoanalista es que haga funcionar su saber como término de verdad. Precisamente por eso es por lo que se encierra en un medio decir”. Ahí aparece, en el discurso analítico, cómo ese saber (S2) queda ubicado en el lugar de la verdad.

En el apartado 4 de Seminario 17 Lacan enuncia: “La verdad está escondida, no es fácilmente accesible, pero tal vez no está ausente”. O sea, hay cosas que pueden decirse sobre la verdad, se pueden construir relatos sobre eso, pero también existe lo imposible de decir, lo que está radicalmente por fuera del campo simbólico de la palabra. Lacan hará allí un juego entre el sentido y el sinsentido y dirá “El sinsentido, sí que pesa. Se te pone en el estómago. Y el paso que dio Freud fue mostrar que esto es lo ejemplar del chiste, la palabra sin pies ni cabeza”. Pfeifer lo referencia al Seminario 5: “La agudeza (el Witz) tiene relación con algo que está situado profundamente en el nivel del sentido, no digo que sea una verdad, yo digo que es La verdad. La esencia de la agudeza reside en su relación con una dimensión radical que se refiere esencialmente a La verdad, a saber algo que llame la dimensión de coartada de la verdad”. Dirá luego: “Un sueño te despierta justo en el momento en que podría soltar la verdad, nos despertamos solo para seguir soñando en la realidad”. Por eso -agrega Pfeifer- como indicación clínica, siempre es una buena orientación cuando un analizante relata algún sueño que se interrumpe abruptamente, ubicar frente a qué detalle o elemento del sueño emerge la angustia.

Para ir concluyendo, el enseñante toma también la cuestión de lo siniestro en Freud, Unheimlich, que Lacan señala en el Seminario 17, y lo que encierra la ambigüedad de ese término, que no está en el interior, pero lo evoca, acentuando lo extraño. “Nosotros no estamos sin una relación con la verdad, pero la verdad es para nosotros una extraña. Está con nosotros, pero sin que nos concierna tanto como suelen decir”. Esto nos daría -dice Pfeifer- un indicio del título de este apartado: Verdad, hermana de goce. “No hay sentido más que el del deseo. No hay más verdad que de lo que dicho deseo esconde de su falta, para ser como quien no quiere la cosa ante lo que se encuentra.” Podría pensarse quizás esto en relación al objeto perdido. “La verdad es inseparable de los efectos del lenguaje”, dice Lacan en dicho Seminario. La verdad está ligada al goce como prohibido y ocupa lo que está allí anulado, mortificado. O sea que el título “Verdad, hermana de goce” tendría que ver con qué es lo que queda por fuera del discurso, en tanto el goce está prohibido.

A partir de lo expuesto, se abrió al intercambio, con comentarios e intervenciones de los asistentes.

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